«Manachi de la Nona», «Preciada de casa», ¿quieres una frutica, manzanica, o perica ?
Estas frases eran algunas de las que me decía mi abuela al amanecer, cuando llegaba a casa de la escuela o antes de dormir. Definitivamente no podíamos ir a dormir sin comer un plato de frutas.
Mi abuela fue una segunda mamá para mi. Nos cuidaba día y noche. Viajaba con nosotros y se preocupaba porque nos comiéramos toda la comida. Dar a comer a las personas era como su misión en la vida, 24/7 estaba preocupada porque todo el mundo comiera y hasta en la cartera siempre tenía comida.
Su idioma era el ladino y al parecer aprendió muy poco español. Yo no me di cuenta de esto, hasta que lo supe cuando la gente a mi alrededor escuchaba a «La Abuela» interesadamente y luego en voz baja me pedían la traducción.
Crecí comiendo dolmas o yaprak (Hojas de uva rellenas de arroz), Bamia (ñaju en salsa de tomate), rellenos de berenjena, hamburguesicas y muchas cosas más. Mi postre favorito era el Baklava de «La Abuela.»
Su pasión por la cocina era algo que a todos transmitía cuando daba a probar sus deliciosos platos.
Era una abuela cariñosa, aunque nos regañaba porque no le gustaba el desorden.
Recuerdo cuando me pidieron la mano, ella decía «La chiquitica se nos casa» y se agarraba la cara porque no podía creerlo. Y cuando fui a dar a luz a mi primera hija, a mi lado estuvo 16 horas hasta que ella nació.
Mi abuela estuvo conmigo en las buenas y en las malas. Me ayudaba y me acompañaba en todo.
No olvidaré los buenos momentos compartidos, como los desayunos a Mc Donalds los domingos cuando mis padres estaban de viaje, los viajes a Disney World, el famoso desayuno de pan con chocolat (pan de molde con chocolate Crunch rallado, metido en el horno tostador), pan con Nutella o pan con spread de aceitunas negras (cuando íbamos a esquiar y bajamos la montaña ella nos esperaba con comida, siempre con comida).
Aunque soy bajita de altura, lo que crecí, fue porque mi abuela me alimentó. No podía pararme de la mesa si no me terminaba la comida y aunque a veces junto a mi hermana Rina escondía mi comida, mi abuela encontraba donde estaba y con paciencia se sentaba a mi lado a contarme la Conseyica (cuentos o fábulas) para que me la comiera.
Abuela, gracias por el tiempo que nos dio y dedicó en nuestro crecimiento. Gracias por compartir con nosotras las alegrías, gracias por sus consejos y sus enseñanzas. Gracias abuela por siempre estar a mi lado, por cuidarme y quererme. Gracias abuela porque supo ponerle «la salsa del pomodoro » a nuestras vidas. Nunca olvidaré como bailaba en toda las bodas y como a todos hasta el que no conocía ayudaba.
Gracias Ds por darme una abuela fenomenal que a todos tocó el corazón de una u otra forma en sus vidas. Estoy segura que allá arriba está alimentando a todos, haciéndolos reír, de la mano de mi abuelo a quien ni una sola noche dejó de llorar. ¡Ya están juntos abuela!
¡Nunca la olvidaré! ¡La amaré por siempre!
Se despide esta nieta que la quería muchísimo, aunque hizo muchas travesuras, gritababa y no comía, pero que podemos hacer,
Así soy yo, Denise